martes, 24 de noviembre de 2009

Capitulo XIV – La ciudad 174.


Últimamente mi entorno está en constante cambio. O quizá lo que ha cambiado es mi percepción ante lo que me rodea. Quizá, vaya…

Habitualmente visito una diminuta ciudad, con el propósito de aprender alguna cosa que otra durante mi estancia aquí. Pero tiendo demasiado a acabar despistada, para variar.

En esta ciudad, la ciudad 174 contiene un número demasiado pequeño de habitantes, seguramente insuficiente como para considerarse una ciudad, más bien un pueblito, o algo por el estilo. Pero el caso es que este asfaltado y aparentemente colorido lugar es una pequeña ciudad. Con aproximadamente tres docenas de seres, todos habitantes y pasajeros, como yo.

Curiosamente esos personajillos siempre están riendo, hablando a todo momento, todos muy familiarizados entre ellos. Aunque un poco arrastrados por la inercia. No voy a negar que hay momentos en los que me divierto rodeada por estos, pero al rato comienzo a sentir un vacío. No sabría explicar si precisamente es mío, o está en ellos. Las conversaciones acaban derivando siempre en los mismos temas: que si los cordones de hilo de color de los calcetines, controversias sobre las formas de las espirales o sus experiencias tamborileando cancioncitas sobre trozos de madera.

Y entonces, me comienza a faltar algo más. Comienzo a eludir la situación, despistada entre los pliegues de las nubes grisáceas que comienzan a quitar el color al lugar.

Todo es temporal, y creo que este tampoco es mi lugar.