jueves, 3 de diciembre de 2009

Capitulo XV- ¿Dónde estás? Quiero ser tú.

[…] decidí llamar Hate a esa criatura, ese monstruo sin nombre. Nunca me había gustado sentirme un miembro más ed la familia Hate, pero formaba parte de ella, y no podía negarlo. Lo fui aprendiendo con el tiempo. Al igual que él, formaba parte de mi a estas alturas y tampoco quería desprenderme de él. Por ese motivo y esa relación en común, me pareció el nombre más correcto con el que “bautizarle”. »


--




A medida que pasa el tiempo me siento más extraña. Siento un curioso vacío y una forma de ser distinta a no hacía tanto tiempo. No eran las típicas maneras de actuar de Hate.

Constantemente me preguntaba por qué dejaba pasar tales cosas de mi alrededor. Me sentía más débil y vulnerable. En una idea inicial, podría parecer un poco eso que tanto anhelaba. Pero el efecto que me causaba no era ni mas ni menos que un desasosiego constante.

Comencé a escrutar desesperadamente por todos los rincones de mi interior, con intención de encontrarle, ¿dónde andaba ese dichoso monstruo?.Pasado un tiempo suficiente como para que mi histeria pudiera haberse elevado hasta tales puntos que cayera en picado al encontrarse con nada, decidí sentarme arrinconadita en mi ser. Pensar. Debía pensar. Pero rápidamente rompí el silencio de mis ideas a base de sollozos.

Mi estado era ( y está) más confuso que nunca. Parecía que Hate se había marchado, ¿ no era eso lo que había llegado a querer en algún momento?, y además esa tranquilidad que se respiraba últimamente en mi vida podría ser alguna especie de pseudo-felicidad?. No era también lo que tanto quería?. En ese momento el pánico había llegado hasta las puntas de mis piernas. Y fue cuando me planteé que, quizá me había acostumbrado tanto a esto que le tenía miedo a la felicidad. Pánico mas bien!

Aún si eso eran indicios de felicidad, había cosas que no me acababan de hacer sentir bien. Ese vacío y vulnerabilidad me mataban por dentro, y sentía que cada vez pensaba menos. Y no me gusta sentirme así. Comencé a gritar su nombre, en mi interior y en el exterior de ese cuarto de color gris perla. Deseaba que Hate volviera, que no se hubiera marchado, que pudiera recuperarle. La sangre me ardía y solo deseaba pagar por aquellos errores en los que torpemente siempre caía y cometía.

La necesidad de tragarme el dolor como pago por mi forma de ser volvía a invadir mi cabeza. Por mucho que me ardiera, me lo repetía, me lo merecía, y eso calmaba por milésimas de segundo el sufrimiento. Superficialmente. Este volvía a arrancar con más fuerza, destripándome por dentro.

Ya rozando los límites de la cordura escuché su voz desgarrada de siempre, pero esa familiar presencia me hacía sentir un tanto tranquila. Una fina calidez que rodeaba mi amorfo cuerpo, como si de brazos se tratara me susurraba de forma que consiguió calmar las cortinas de agua que caían de esta mirada vacía.

Estoy aquí, me decía, que no se había marchado y no pensaba hacerlo a menos que yo lo quisiera.

- Yo cuidaré de ti. Tranquilízate.- Repetía, mientras el sonido de mi desenfrenada respiración iba disminuyendo…

Aún sus palabras, sentía que ya nada volvería a ser como tiempo atrás.

No creo que sea posible volver completamente a ser como antes, pero quizá de este modo pueda encontrar algo mejor. ¿Yo?, bueno ¿nosotros?.

El vacío nunca está del todo vacío.

1 comentario:

  1. Siempre hay un eco en el vacío. Algo que llama desde atrás o desde ninguna parte, en aquél sitio tan poético. En aquella habitación vacía sin esquinas, en la que el tiempo no llega hasta el techo, y la luz no llega hasta el suelo.

    Siempre hay algo que llama.

    Siempre hay una pequeña taquicardia detrás de cada absoluta verdad.

    Siempre hay un poco de catársis en lo puro y en lo real, que siempre es lo más escaso y difícil de encontrar.

    Hay brazos que quedan siempre. Aunque no lo digan en voz alta, no vaya a ser que se les escuche.

    ResponderEliminar