miércoles, 15 de julio de 2009

Capitulo IV .- Apariencia Real


Prefacio

Hay veces, que ni el bozal más bien forjado consigue callar al perro más rabioso. Él lo rompe y desata su ira, por mucho que deteste encontrarse en su propio descontrol…


Hatey:
Es inevitable sentir todos esos gritos en mi interior. En mi mente. En mis entrañas. Todos desean salir y gritar fuerte. Salir y expulsar su odio, mi odio.
Y cuando ya no puedo reprimirme más, cuando pierdo el control de mi dolor y mi propia culpabilidad, sale hacia fuera el odio, abriendo paso por donde haga falta. Rompe cualquier cosa sin importarle las consecuencias. Sale, y me transforma, se muestra ante mi como mi apariencia real.
Toda la tristeza desaparece, todos los luctuosos colores que me rodean cada día se funden. Aparecen colores más vivos. Me quita el miedo, y me da cobijo entre sus cálidos brazos. Me acuna, como retoño suyo que soy. Y me duermo en sus brazos, sin ser consciente de la gran negligencia cometida. Y toma el control, toma el control sobre mi.
Es proclive a destruir lo que encuentra, a dañarlo, pisotearlo y despreciarlo.
Siento calidez, siento cariño dentro de esta placenta hermética donde me escondo de todo, acunada en sus brazos. Pero cuando decido abrir los ojos, no es tan fácil; una fuerte resistencia agarra mis parpados fuertemente, tensandolos hacia abajo.
Entonces la veo: la ciudad en llamas. Permití agarrar las riendas a Odio cuando dormía, y ahora todo está en llamas. Otra vez todo arde. Y un miedo amedrentador me recorre de arriba a abajo.
Ahora por inercia vuelvo a encontrarme en la habitación oscura, sin luz, sin interruptor.
Inerme en mi oscuridad, con miedo a que el monstruo salga otra vez de bajo la cama…

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