jueves, 3 de diciembre de 2009

Capitulo XV- ¿Dónde estás? Quiero ser tú.

[…] decidí llamar Hate a esa criatura, ese monstruo sin nombre. Nunca me había gustado sentirme un miembro más ed la familia Hate, pero formaba parte de ella, y no podía negarlo. Lo fui aprendiendo con el tiempo. Al igual que él, formaba parte de mi a estas alturas y tampoco quería desprenderme de él. Por ese motivo y esa relación en común, me pareció el nombre más correcto con el que “bautizarle”. »


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A medida que pasa el tiempo me siento más extraña. Siento un curioso vacío y una forma de ser distinta a no hacía tanto tiempo. No eran las típicas maneras de actuar de Hate.

Constantemente me preguntaba por qué dejaba pasar tales cosas de mi alrededor. Me sentía más débil y vulnerable. En una idea inicial, podría parecer un poco eso que tanto anhelaba. Pero el efecto que me causaba no era ni mas ni menos que un desasosiego constante.

Comencé a escrutar desesperadamente por todos los rincones de mi interior, con intención de encontrarle, ¿dónde andaba ese dichoso monstruo?.Pasado un tiempo suficiente como para que mi histeria pudiera haberse elevado hasta tales puntos que cayera en picado al encontrarse con nada, decidí sentarme arrinconadita en mi ser. Pensar. Debía pensar. Pero rápidamente rompí el silencio de mis ideas a base de sollozos.

Mi estado era ( y está) más confuso que nunca. Parecía que Hate se había marchado, ¿ no era eso lo que había llegado a querer en algún momento?, y además esa tranquilidad que se respiraba últimamente en mi vida podría ser alguna especie de pseudo-felicidad?. No era también lo que tanto quería?. En ese momento el pánico había llegado hasta las puntas de mis piernas. Y fue cuando me planteé que, quizá me había acostumbrado tanto a esto que le tenía miedo a la felicidad. Pánico mas bien!

Aún si eso eran indicios de felicidad, había cosas que no me acababan de hacer sentir bien. Ese vacío y vulnerabilidad me mataban por dentro, y sentía que cada vez pensaba menos. Y no me gusta sentirme así. Comencé a gritar su nombre, en mi interior y en el exterior de ese cuarto de color gris perla. Deseaba que Hate volviera, que no se hubiera marchado, que pudiera recuperarle. La sangre me ardía y solo deseaba pagar por aquellos errores en los que torpemente siempre caía y cometía.

La necesidad de tragarme el dolor como pago por mi forma de ser volvía a invadir mi cabeza. Por mucho que me ardiera, me lo repetía, me lo merecía, y eso calmaba por milésimas de segundo el sufrimiento. Superficialmente. Este volvía a arrancar con más fuerza, destripándome por dentro.

Ya rozando los límites de la cordura escuché su voz desgarrada de siempre, pero esa familiar presencia me hacía sentir un tanto tranquila. Una fina calidez que rodeaba mi amorfo cuerpo, como si de brazos se tratara me susurraba de forma que consiguió calmar las cortinas de agua que caían de esta mirada vacía.

Estoy aquí, me decía, que no se había marchado y no pensaba hacerlo a menos que yo lo quisiera.

- Yo cuidaré de ti. Tranquilízate.- Repetía, mientras el sonido de mi desenfrenada respiración iba disminuyendo…

Aún sus palabras, sentía que ya nada volvería a ser como tiempo atrás.

No creo que sea posible volver completamente a ser como antes, pero quizá de este modo pueda encontrar algo mejor. ¿Yo?, bueno ¿nosotros?.

El vacío nunca está del todo vacío.

martes, 24 de noviembre de 2009

Capitulo XIV – La ciudad 174.


Últimamente mi entorno está en constante cambio. O quizá lo que ha cambiado es mi percepción ante lo que me rodea. Quizá, vaya…

Habitualmente visito una diminuta ciudad, con el propósito de aprender alguna cosa que otra durante mi estancia aquí. Pero tiendo demasiado a acabar despistada, para variar.

En esta ciudad, la ciudad 174 contiene un número demasiado pequeño de habitantes, seguramente insuficiente como para considerarse una ciudad, más bien un pueblito, o algo por el estilo. Pero el caso es que este asfaltado y aparentemente colorido lugar es una pequeña ciudad. Con aproximadamente tres docenas de seres, todos habitantes y pasajeros, como yo.

Curiosamente esos personajillos siempre están riendo, hablando a todo momento, todos muy familiarizados entre ellos. Aunque un poco arrastrados por la inercia. No voy a negar que hay momentos en los que me divierto rodeada por estos, pero al rato comienzo a sentir un vacío. No sabría explicar si precisamente es mío, o está en ellos. Las conversaciones acaban derivando siempre en los mismos temas: que si los cordones de hilo de color de los calcetines, controversias sobre las formas de las espirales o sus experiencias tamborileando cancioncitas sobre trozos de madera.

Y entonces, me comienza a faltar algo más. Comienzo a eludir la situación, despistada entre los pliegues de las nubes grisáceas que comienzan a quitar el color al lugar.

Todo es temporal, y creo que este tampoco es mi lugar.

martes, 6 de octubre de 2009

Capitulo XIII .- Sonrisa blanca, mente gris.



Perdí la cuenta de los días y las noches, de las horas que me pasaba en esta ventana azul, rozando brisa con los dedos. Me perdía.

Por las calles, entre rostros, colores y paredes blancas. Bullicio de docenas de lenguas distintas. A parte de todo eso, había algo más de ese lugar que me gustaba y creo que realmente me hace sentir bien. Cuando camino por ese lugar, soy casi aire. Acostumbrada a sentir la presión de miradas cada vez que salía al gris exterior de asfalto, estar aquí era aliviante. Aun no comprendo el porqué, pero puedo caminar tranquila, sin desasosiego alguno, no noto espesura sobre mío y puedo fundirme con la brisa.

Y allí lo conocí. Recorría una callejuela por la que acostumbraba a pasar. La luz del sol era escasa, y las farolas aún no iluminaban suficientemente la calle.

Como de costumbre, iba caminando contemplando mis alrededores, mientras debatía cosas dentro de mi espesa sesera. Y una oscura sombra, sentada sobre el escalón de un portal me saludó. Tenía una gran sonrisa blanca pintada el oscuro rostro que no pude ver. Me sorprendí, una curiosidad y un recelo invadieron mi mente, seguía caminando, mirando esa sonrisa descollante entre las sombras y me marché.

Pasó algo de tiempo entremedio. Yo iba yendo de allí para allá. Sin hacer nada en concreto, solo disfrutaba. Y entonces me volví a encontrar cruzando la estrella y acogedora callejuela. A diferencia, ese día había luz, se veía claramente cada una de las rayuelas del suelo y los colores de las paredes. Y llegando al final de la calle, un ser envuelto de unas cuantas mesitas sonrió y saludó, como el otro día. Quizá fue la luz del día que me tranquilizó un poco mas esta vez, pero seguía un poco extrañada en ese ser, que hacía sentir perturbada mi invisible estancia en esos momentos. Aun así, no era tan molesto…

Antes de acabar el día, tendría que volver a pasar por esa calle, y decidí pararme para saber algo más sobre el extraño de la sonrisa.

Me volvía a acercar, y el sonido de mis propios pasos comenzaba a molestarme, sonaban demasiado fuerte!. Y esa sonrisa se volvió a alzar. Tan bella y deslumbrante, me daban ganas de sonreír incluso… No parecía muy ocupado así que decidí forzar un poco a mi timidez y le pregunté si podía sentarme un rato para conversar.

-Claro!- Contestó, alzandose aún más esa sonrisa.

¿ no le dolería sonreír tanto? Y no se le cansarán las facciones de la cara? Y todo tipo de preguntas extrañas se me pasaban por la cabeza al contemplar asombrada esa sonrisa.

Al principio las conversaciones eran algo tensas, con pocas palabras. Aunque me moría por preguntar y decir cantidad de cosas.

Poco a poco esa tensión iba desapareciendo, y el hablar era mas natural. Y pronto fue cuando esa mente gris, distinta de las otras seseras de por ahí cerca me llamó la atención. Demasiado complicada y hermética para ser de este mundo.

Aún mi aparente descanso, siempre sigo atenta en busca de esos seres a los que decidí dar mi vida por buscarlos y encontrarlos. Para encontrar a aquel que se me lleve de este planeta, fuera de aquí, más allá de allí. Lejos, en el cosmos de los mutantes.

Por lastima él no era un mutante del cosmos, eso estaba claro. Pero otra cosa que estaba clara era el hecho de ser algún tipo de criatura cósmica. Cada día que pasaba y descubría pequeñitas más entre sus palabras, más se despertaba mi curiosidad. Saber mas de el, conocer un poco más del interior de su mente gris. Se me hacía extraño el hecho de que él me conociera tanto en algunos aspectos, sin conocerme. Me sentía una cebolla a la que le quitaban capas con tan solo palabras. Me daba bastante miedo, la verdad, pero también me hacía sentir algo menos sola.



Todas las primeras impresiones que tuve en el primer momento desaparecían cada día que pasaba envolviendo las horas con palabras y sonrisas. Tenía la acertada sensación de poder aprender mucho de ese curioso ser.

Una sonrisa tan calida que me arrancaba otra a mi…

martes, 8 de septiembre de 2009

Capitulo XII .- Lugar Ameno

Con vistas al mar.



Durante esta pequeña pausa en blanco, estoy de vuelta para parar y exprimir un poco mis memorias en este espacio de tiempo del que vuelvo.

He de reconocer que este ultimo viaje ha sido muy provechoso, encontré algo muy, muy especial.
Llegué a través de campos secos, con espinas y plantas de semillas diminutas y puntiagudas que se agarraban fuertemente a la tela de la ropa. Era un pedacito de mundo con vistas al mar. Rodeado de unos acules turquesa y eléctrico.
Comencé a pasear por la zona, y no pude resistirme a pararme a contemplar ese parking marítimo para barcos. Llamemosle puerto, vaya. En el flotaban todo tipo de barcos; grandes, pequeños, veleros con sabanas grises que ondeaban y bailaban al son de la brisa fresca que traía el mar.
La brisa…Cuánto había llegado a anhelar esa sensación. Cuántas veces me desperté de sueños donde la brisa jugueteaba con mis cabellos y acariciaba mi rostro… fresca como nada.
Ahí estaba. Por fin realidad, y intentaba agarrar ese aire con mis manos, como si de esa forma pudiese conseguir conservar algo de ese momento para sacarlo cuando me fuese necesario.




Por muy agradable que fuera ese sueño vivido en el que estaba, tuve que despertar y seguir. El vivirlo otra vez me había dado un suave y alegre sabor y eso me impulsó a caminar algo más esperanzada de lo que estaba.
Había que admitir que por ser pequeño ese lugar, estaba plagado de gente. Cuanta gente, pero qué pocas personas y seres.
Las casas no eran muy altas; un par de pisos y poco mas. Pero era un lugar precioso. Muy blanco. Me fascinó tanto, que decidí quedarme allí durante una temporadita. Aún toda esa multitud de rostros semejantes que deambulaban por la calle estaba convencida de encontrar algo mas especial. Era un sitio especial.

Tenía un pequeño cuarto. Era blanco. Eso era bueno…Era pequeño, pero luminoso, y lo más importante de todo, no me recordaba a mi antigua habitación. Este tenía una pequeña ventana azul, que cuando la abres entra la fresca brisa marina, y se puede vislumbrar los barcos y la gente del puerto.

Ese lugar era como una pequeña isla en la nada, llena de todo.

Me tumbé en la cama, semi envuelta con esas sabanas blancas, había estado todo el día caminando por lo cual estaba bastante exhausta, y fácilmente me quedé dormida, casi sin darme cuenta.

Me gustaba ese lugar…

miércoles, 22 de julio de 2009

Capitulo XI .- Tormento tras la máscara.





Prefacio:

No hay peor mentira que la que uno mismo se pueda dar.



Hatey:


Ya ha pasado un poco de tiempo desde que decidí salir de aquel lugar en busca de soluciones y respuestas que nos ayudaran a salir adelante.
Y realmente, siento un ligero cambio de mentalidad. El detenerme a intentar comprender a personas de mi alrededor me ha traído muchas sorpresas, e inquietudes. Todo he de decir que aún me cuesta, y que probablemente se me pasen bastantes cosas por delante y no las atienda como son debido. Espero poderlo remediar más adelante.

Entré en unos senderos algo ya conocidos, con árboles psicodélicos y un cielo claro, el cual iluminaba todo los alrededores. Pero aún su fulgor, no había rastros de un sol que realmente iluminase el paradero.
Allí conocí una persona. Era un chico de un tamaño bastante grande con espaldas caídas y pelo revuelto. Eso era todo lo que se podía ver a simple vista, ya que, su rostro estaba cubierto por una dura máscara: esta era de un color frío y opaco, en la cual estaba grabada una sonrisa. Una cara sonriente.

Pero mi mente comenzó a pensar más allá de esa mascara.
Parecía alegre por su tono de voz, pero quizá solo era una ilusión que creaba la careta de cerámica. ¿Qué había detrás de ella como para tener que esconderlo?
Decidí quedarme un rato en aquel lugar. Me preocupó la situación, y subliminalmente sentía una extraña nostalgia procedente del interior de la máscara.
Pensé en varios motivos por los cuales podía llevar esa “cosa” que ocultaba el otro lado:
Las ideas más esperanzadoras decían algo así como: quizá el hecho de llevarla le dé más fuerza para afrontar sus asuntos.
Pero un luctuoso sentimiento me envolvía al pensar en el otro lado. Un lado muy familiar.

Con el paso del rato y después de platicar bastante conseguí que se abriera un poco, y comenzó a confesar alguno de sus sentimientos retorcidos en su interior. Y me asustó. Su triste e inerte forma de ver las cosas, la vida y las personas, me dieron un terrible miedo. Me quedé sin aire. Porque en sus palabras, sentí una tristeza tan semejante a la mía…Un mismo dolor que tiempo atrás me ahogaba noche tras noche, amedrentador, del cual no podía huir y eso me comía por dentro. Era el mismo.
Creo que llegué a comprender un poco su miedo, tan parecido al que viví y aun hoy en día me devora al mínimo despiste. Y a medida que corrían palabras, podía ver con más claridad su muro. La forma en que se encerraba, se protegía en su interior, algo más grande que una simple coraza. El tiempo y las personas le habían hecho aprender (o creer) que era mejor refugiarse dentro de uno mismo, que esa era la mejor forma para no volver a salir dañado otra vez, y así caer en el recelo y la introversión.
Entonces sentí unas ganas enormes de querer ayudarlo. Pero a la vez una gran impotencia;¿ cómo podía ayudar a alguien que se encontraba casi igual de encerrado que yo misma?
Pero aún peor… ¿cómo se puede ayudar a alguien que no quiere ser ayudado?...
No se puede.

En momentos la desesperación me consumía, y comenzaba a tamborilear con los dedos sin parar. Pensando. Pensando. Quería ayudarle, y quizá de esa forma conseguiría alguna respuesta la cual poderme aplicar a mi misma. Pero no sabia como.

Y entre algunos silencios decidí resolver alguna de esas nerviosas dudas que correteaban por mi mente.
- Y esa máscara? Por qué la llevas? –Sonó mi voz aguda y curiosa.
- Para sonreír.
- Es que acaso no sonríes debajo de la mascara?
No contestó, por lo que pude deducir que probablemente un rostro apenado se cobijaba tras esa sintética sonrisa.
- Si sonrío, la gente no se preocupará de los problemas, y eso será un problema menos.- Dijo con una voz bastante apagada, sin ningún tipo de alegría.

Ya no supe que responderle. Me entristecí. Pensé un rato en las similitudes que había entre su dura mascara, de la cual descollaba una triste mirada de los orificios para los ojos, su duro y frío muro y mi oscuro castillo, que en realidad, ejercía la misma función que su muro.

Seguimos conversando, pero a medida que pasaba el tiempo, había momentos en que tenía la sensación de hablar con un muro, frío y duro, el cual en el fondo no quería cambiar, que más bien eludía toda la situación. Y en parte le entendía.
Esta impotencia y comprensión me trastornan.
Debo seguir mi viaje, pero no me alejaré mucho de aquí. Para el día en que satle su muro… espero que lo consiga…
Porque yo creo en él.

jueves, 16 de julio de 2009

Capitulo X .- Me marcho de este lugar.



Prefacio

Hay veces que pedir ayuda es más difícil que ayudar.
Otras veces incluso ni siquiera uno quiere ver que necesita ayuda. Es mas fácil taparse los ojos y negarse, negarse hasta que nuestro propio error nos hace caer en otro error. Y llega un momento en el que nos imposible negar más lo evidente.

Hatey:

Tengo frío.
En este lugar hace bastante frío.

Creo que he perdido un poco la cuenta de cuanto tiempo llevo aquí dentro. Hay días que no distingo el sol de la luna. La misma oscuridad me invade durante todo el día.
Pero ni yo ni mis problemas avanzamos de esta forma.
Todos los intentos para conseguir mejorar han acabado siendo nulos.
Y acabo siempre otra vez en el mismo agujero oscuro.

Una y otra y otra vez…

Pero ya no puedo más. Hoy, después de incalculable tiempo, he decidido salir “definitivamente” de este lugar. Quiero viajar. Quiero descubrir y conocer. No puedo quedarme sentada mirando como oscurezco mi propia habitación.
Aunque me apene abandonar este lugar temporalmente, y el miedo a los cambios, a lo inesperado, a lo posible y lo “imposible” me atrape, creo tener ya decidido seguir adelante con todo esto.
Y me repito: Si, tengo miedo! Pero no permitiré que el miedo me vuelva a parar más veces en mi camino. No frenaré por miedo al resultado o la derrota. Ya no más.
Hoy cojo mi pequeña maleta; es pequeña porque me queda poca cosa que meter dentro. En ella introduzco la valentía, las pequeñas espurias de esperanza que se amontonan en las esquinitas de la habitación y un par de vestidos. Espero dejar a Miedo entero en casa y que no se venga ningún pedazo de el conmigo…
Y con esto me pongo en rumbo. Cierro el portal de la oscura mansión y comienzo a alejarme por el caminito de tierra. A medida que me alejo, esa densa oscuridad se va aclarando ligeramente. Y eso, me hace sentir algo mejor, algo distinta.

Lógicamente, el monstruo no pude dejarlo en casa. Sigue conmigo. En mi. Pero es por eso que me marcho. La solución no la supe encontrar yo sola, y menos encerrada en ese luctuoso lugar.
He decidido viajar para conocer y descubrir gente. Conseguir el poder ayudar a quienes lo necesiten. Recorrer mundos y mentes. Conocer y aprender, con ánimos y desánimos. Pero quizá, ayudando y aprendiendo de los seres de mi camino encuentre así una forma para ayudarme a mi misma. Quizá así consiga mi cura.
Quizá, sí. La esperanza está dentro de la maleta….

Capitulo IX .- Solo me queda medio corazón.


Prefacio


Me duele. Me duele. Pero es mi deber afrontar este dolor.
Si pudiera salir a fuera me vería envuelta en sangre. Pero me quedaré aquí dentro para ayudarme a levantar.


Hatey

En un día tan triste como hoy, incluso el sol va de luto sobre mi y me baña con sus apenadas lágrimas.
No siento la misma oscuridad que anteayer, todo lo contrario. Creo que ya no hay tanta negror a mi alrededor (de momento). Pero destaca una diferencia: esa mano que me sujetaba y viceversa ya no esta aquí.
Me falta el aire al pensarlo y los tres balazos de mi pecho arden con fuerza. De las heridas brota un gran dolor, y una espesa duda las envuelve fuertemente creando un capullo dentro de mi “medio corazón”: La otra mitad se marchó y ahora hay días en los que dudo si arrancarme esta triste mitad que me queda.
A las noches la pesadumbre me abruma con su manto poco estrellado, y con los ojos anegados y el corazón envuelto en sabanas, me despido de un día mas.

Capitulo VIII- Un monstruo sin nombre.




Prefacio:

Cuando la oscuridad y la soledad se abruman, vuelvo a caer, vuelvo a buscarle para que me mantenga entre sus brazos, porque me pierdo y el es mi mejor y más cobarde solución.

Hatey:

Todavía no se que fue lo que me acabó de impulsar a ese pasadizo otra vez.
Debía ir a visitarle. Quizá por mi miedo o por esa delirante pregunta que me cosquilleaba por dentro.

Allí hacía frío. Las paredes eran húmedas y no se por qué fluía una fría corriente por el largo y estrecho pasadizo. Cuando más fondo iba, más oscuro era ese lugar.
Cada paso que daba resonaba en las paredes. Intenté ser sigilosa pero me fue imposible. La impaciencia me comía y decidí acelerar un poco mis pasos.
Ya se comenzaba a ver la puerta: metálica, fría y con sus duros barrotes. Cada vez estaba más cerca. Entonces una fina risita estalló, añadiendose al sonido de mis pasos y de la fría brisa. Era una risa estremecedora.
Y me planté delante de su puerta.
Podía distinguir perfectamente esos dos oscuros, iluminados por una alegría interna que flameaba sin parar. La sonrisa se ensanchó aún más. Y entonces su desgarrada voz sonó:

- Vaya, vaya, vaya… Qué sorpresa tan agradable. Qué haces aquí, pequeña?
- Tenía una duda.- Mi voz sonaba igual de plana que de costumbre. Me pareció bien mantenerla así.
Se sorprendió, pero volvió a fijar su sonrisa otra vez.
- Cómo… cómo te llamas?
- Hatey…- Soltó entre esa gran sonrisa.
- No!- grité.
- Entonces, cómo debería llamarme?- Preguntó con un tono despreocupado.
- Pues… no lo sé. Por eso he venido aquí.- Mi preocupación resaltó en esas ultimas palabras. No comprendía por qué seguí ese impulso de bajar hasta ese lugar para preguntarle una cosa así, pero allí estaba.
Y su voz rompió mis pensamientos.
- Bueno, pues entonces no tengo nombre.

En ese momento su mirada no lucía tan resplandeciente como segundos atrás. Entonces alguna cosa se estremeció dentro de mi desdichado ser. ¿Podía ser que ese monstruo sin nombre también tuviera sentimientos?.
Quizá en el fondo, él también fuese una criatura solitaria como yo, y en el fondo buscase algún tipo de calor al que aferrarse, pero sus maneras no sean las más correctas.
Alcé un poco el brazo, y alargué los dedos. De las rejas se deslizó un amorfo y tembloroso brazo, de largos dedos que se alargaban cada vez más con fin de llegar a alguna parte. Me entristecí. Era como si una voz muda de tras los barrotes suplicase ayuda. Rogaba salir de esa cárcel, y esa tristeza con la que rogaba me era muy familiar…
Tristemente familiar…

miércoles, 15 de julio de 2009

Capitulo VII. - Mi larga pesadilla


Prefacio:

Hace tiempo que no siento la fresca brisa del mar en mi rostro, jugando con mis cabellos entre soplo y soplo. Refrescante. La hecho de menos.
Que lástima. El otro día soñé algo parecido, pero no tenía nada que ver con su frescura. Y cuando desperté, se me anegaron los ojos y rompí el silencio de esa fría habitación. Un día más.


Hatey:

Aún mi soledad tengo algunos amigos. SC es uno de ellos.
SC son las siglas de SubConsciente, que a su vez me ayuda a hacer terapia psicológica cuando me hundo en el silencio de mis pensamientos.

Esta mañana, haciendo terapia, SC me hico recordar algo que me es un tanto desagradable, me disgusta pensar en eso, pero creo que es una cosa normal. Y por eso siempre intento eludir esos temas, pero el los saca…


- Hatey, cuales son tus miedos?- me preguntó con su típica voz curiosa para dar inicio a la terapia matutina.-
- Ya lo sabes…tengo muchos…
- Bueno, pues seleccionemos uno de “todos esos”, te parece bien?
Solté un corto sonido de queja como respuesta. Cómo si negarse sirviese de alguna cosa… Cuando comienza así no hay quien le pare. Lo detesto!
- Pues…mi mayor miedo es caer, caer al lugar de donde estoy huyendo. Volver a esa habitación, y sobre esa butaca condenarme a ser algo que ya no quiero ser. Ya no puedo seguir con esa pesadumbre que se me abruma más día tras día. Por mucha luz que ellos me den, prefiero andar en la oscuridad hasta encontrar mi propia luz. Aunque tenga que reprimir y cuidar yo sola al monstruo que habita en lo más profundo de mis entrañas; guardado entre fríos y lúgubres barrotes.
Hay días en los que sueño y me veo otra vez allí sentada, como tiempo atrás. La butaca se vuelve a hacer cómoda y el ambiente de la habitación vuelve a ser agradable e incluso acogedor. Pero esos sueños se vuelven pesadillas. Tiemblo de arriba abajo, bajo mi estado de inconsciencia. Descontrol mental.

Pero todo vuelve a bajarme, y mi ánimo positivo baja también. Porque realmente no se a donde voy, y esa “cosa” me esta comiendo… ¿Quién soy, entonces?
Estoy escapando de esa habitación pero, no estoy en otra?

Hate, mi apellido y mi condena…

Capitulo VI. – Vas a dejarme salir?



Prefacio:

Quiero que se marche, pero realmente no puedo vivir sin él.
Porque, llegados a este punto, la luz no puede existir sin la oscuridad.
Seremos uno sólo. Aunque todavía no se como hacerlo.


Hatey:

Tap, tap, tap, tap …
Pasos! Se escuchan pasos!
Fugazmente despertó de su falso sueño y se acercó a la ventanita de barrotes de la puerta. Con la mirada clavada al final del lúgubre pasadizo.
Todo su ser fue invadido por esa inquieta sensación, tan y tan difícil de describir… Es algo así cómo el ronroneo del monstruo cuando escucha llegar las llaves de su celda.

El monstruo, con su cuerpo amorfo se encontraba pegado a la puerta, escrutando atentamente tras los barrotes con su sangrienta mirada. Y me vio. Me vio deslizarme por el largo pasillo, a mi paso lento y apenado.
Y la criatura sonrió.


Mi gran sonrisa se alzo tras los fríos y duros barrotes que me retienen día si, y día también. Pero conocía este momento. Era MI momento. Podía salir a jugar un poco. Me venían a buscar, y eso normalmente no ocurre, siempre tengo que apañarmelas de alguna forma para poder salir, y cuando esto pasa, me vuelven a encerrar.
El desasosiego apenas me dejaba respirar.
¿Qué querrían para dejarme salir?

Ella ya estaba aquí, otra vez, con sus típicos vestidos obsoletos y su triste rostro. Y abrió.
Crack…


Ya he vuelto!...

Capitulo V.- Mariposas en el estómago?... más bien nauseas.


Prefacio

Un nudo.
Los nudos. Mis nudos. Estos se forman por la acumulación. ¿Acumulación de qué? Acumulación de cosas.
Qué pasaría si los sentimientos tuviesen horarios? Horarios en los cuales dictaría las horas cuyas podrían salir unos u otros. O ninguno!.
A veces mis nudos surgen porque todos estos sentimientos deciden salir a la vez.
Pero si los sentimientos tuviesen horarios, eso si que no sería agradable.


Hatey:

Últimamente todo se deshace. Últimamente hay demasiadas cosas a mi alrededor. No estoy segura que eso sea bueno o malo, pero en momentos, me altera.
Un cosquilleo me interrumpe en mi silencio.
¿De donde proviene?
Decido levantarme el camisón y mirarme el estomago. Esa panza demacrada donde apenas hay rastro de nada. Y para, el cosquilleo para cuando miro.
Suspiro. Que decepcionante. Pensaba que sentía algo nuevo…
Esta vez vuelve a estallar el cosquilleo, interrumpiendo mis inquietos pensamientos. Recelosa vuelvo a mirarme; siento un revoloteo en mi interior, como si unas finas alas de papel acariciaran mis secas paredes. Como mariposas!
Qué calida sensación. Vaya, cálida o quizá sea el calor de mi sorpresa. Quizá sea mi corazón, que sigue vivo, que aún no ha parado de latir del todo…
Esa idea me había entusiasmado. “Creo” que sería fantástico que esa hipótesis fuera la correcta.
Por un momento detengo mis pensamientos y me paro a escuchar el silencio. Sigo sola. Arrastro vilmente la mirada hasta el suelo para contemplar mi sombra. Había pensado pedirle opinión sobre aquello. Pero al contemplar su amedrentadora sonrisa, bajo sus ojos entrecerrados (¿mis ojos?), todo vuelve a deshacerse. Vuelvo a caer en la realidad. Mi oscura realidad. Porque nada ha cambiado.
El revoloteo se agudiza y fugazmente sube hasta mi garganta en forma de picotazos. Sube, sube, en forma de tristes y amarillas nauseas.

Capitulo IV .- Apariencia Real


Prefacio

Hay veces, que ni el bozal más bien forjado consigue callar al perro más rabioso. Él lo rompe y desata su ira, por mucho que deteste encontrarse en su propio descontrol…


Hatey:
Es inevitable sentir todos esos gritos en mi interior. En mi mente. En mis entrañas. Todos desean salir y gritar fuerte. Salir y expulsar su odio, mi odio.
Y cuando ya no puedo reprimirme más, cuando pierdo el control de mi dolor y mi propia culpabilidad, sale hacia fuera el odio, abriendo paso por donde haga falta. Rompe cualquier cosa sin importarle las consecuencias. Sale, y me transforma, se muestra ante mi como mi apariencia real.
Toda la tristeza desaparece, todos los luctuosos colores que me rodean cada día se funden. Aparecen colores más vivos. Me quita el miedo, y me da cobijo entre sus cálidos brazos. Me acuna, como retoño suyo que soy. Y me duermo en sus brazos, sin ser consciente de la gran negligencia cometida. Y toma el control, toma el control sobre mi.
Es proclive a destruir lo que encuentra, a dañarlo, pisotearlo y despreciarlo.
Siento calidez, siento cariño dentro de esta placenta hermética donde me escondo de todo, acunada en sus brazos. Pero cuando decido abrir los ojos, no es tan fácil; una fuerte resistencia agarra mis parpados fuertemente, tensandolos hacia abajo.
Entonces la veo: la ciudad en llamas. Permití agarrar las riendas a Odio cuando dormía, y ahora todo está en llamas. Otra vez todo arde. Y un miedo amedrentador me recorre de arriba a abajo.
Ahora por inercia vuelvo a encontrarme en la habitación oscura, sin luz, sin interruptor.
Inerme en mi oscuridad, con miedo a que el monstruo salga otra vez de bajo la cama…

Capitulo III .- Luna Creciente


A veces, no hay palabras suficientes para describir algo. A veces esta bien incluso olvidar quien es uno mismo. Porque a veces, esta bien centrarse en vivir solamente. Disfrutar…


¿Por qué todo lo que esta en mi mente es tan inestable? ¿Tan voluble?
Hay días en los que pienso que alzar una sonrisa puede ser tan fácil como cambiarlo todo. Pero cuando me propongo a hacerlo, todo vuelve a derrumbarse. No, no es tan fácil, me repito dolorosamente.
Anhelo tantas cosas que estaban junto a mi en otra vida… Incluso a veces anhelo la otra vida, pero todas esas heridas me llevaron a donde estoy ahora, y ahora me concierne afrontarlo.
Pero sigo sin ver las luces de este frío camino…

Capitulo II .- Me devora


Vamos, salta ahora sobre mi. Aprovecha mi sentimiento de culpabilidad y devora todo mi ser. Sáciate con todo el odio de mi interior. Y déjame en la nada.
déjame en la nada....
Quizá así sea más fácil encontrar el camino...




-Para qué vives?..- Preguntaba esa voz profunda. (largo silencio…). Hatey! ¿Cuál es tu sueño? (otra larga pausa…)

-Mi sueño… mi sueño es encontrar mi lugar.(silencio...). Esta oscuridad me cansa.

-¿Qué sientes cuando duermes? ( otra larga y silenciosa pausa…), dime pequeña.
-¿Qué siento cuando duermo…? Creo que no siento. Últimamente tengo pocos sueños.
Y los pocos, son muy confusos.

Capitulo I .- Mi nombre es..

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Hola, mi nombre es Hatey, Hate. Soy la hija única de los Señores Hate, una familia muy prestigiosa, muy “honorable”, tal y como dicen siempre mis padres, “hay que estar orgulloso de ser un Hate”. Pero a mi no me acaba de gustar la idea. Y se que está mal renegar del lugar al que vengo o pertenezco, o por lo menos, eso es lo que me han hecho creer siempre.Mi edad,ya na ni lo se con exactitud ,más bien no recuerdo mi pasado antes de estar aquí.

En realidad tampoco se qué hago ni a donde voy, pero sé, que quiero encontrar mi lugar. Porque, ser un Hate tampoco es tan bueno, yo no encuentro la felicidad en esto, y por eso quiero buscarla, fuera de aquí, pero no todo es tan fácil como decirlo.

Normalmente me siento triste, triste por lo que soy, por quererlo cambiar y no conseguirlo. Muchas veces me siento claustrofobica encerrada dentro de una habitación: la mía, en la cual no hay puerta ni una mísera ventana. Sólo con un armario, cerrado con llave. Dentro de mi hermética habitación. Llena de colores mortecinos y paredes desiguales. Allí me escondo, cuando la soledad me rodea.